jueves, 30 de noviembre de 2023

12. REFLEJEMOS A JESÚS “EN LAS PRUEBAS” (EGW). AUDIO. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia. (Malaquías 3:3). Es difícil para la naturaleza humana soportar el proceso refinador; pero solo mediante su aplicación se purgará toda la escoria del carácter. En el horno de la prueba somos purificados de la escoria que nos impide reflejar la imagen de Cristo. Dios evalúa cada prueba; El vigila el horno de fuego que prueba a cada alma. Mediante la prueba Dios conduce a sus hijos hacia la perfecta confianza. "En el mundo tendréis aflicción", dice Cristo, "pero en mi tendréis paz". Es sólo a través de muchas tribulaciones que entraremos en el reino de Dios... Sin cruz no hay corona. ¿Cómo podremos ser fuertes en el Señor sin ser probados? Para tener fortaleza física, debemos ejercitarnos, del mismo modo que para tener una fe vigorosa debemos ser colocados en circunstancias en las que nuestra fe pueda ser probada. Cada tentación resistida, cada prueba valerosamente soportada, nos da una nueva experiencia y nos hace progresar en la obra de la edificación del carácter. Nuestro Salvador fue probado en todas las áreas, pero Él siempre triunfó en Dios. Es nuestro privilegio ser fuertes en el poder de Dios en medio de todas las pruebas y gloriarnos en la cruz de Cristo. Por medio de la aflicción Dios nos revela las manchas que afean nuestros caracteres, y también nos dice que sólo por su gracia podemos triunfar sobre nuestras faltas. Se abren ante nosotros etapas desconocidas, y comienza la prueba que determinará si aceptamos o no la reprensión y el consejo divinos. No debemos impacientarnos y lamentarnos cuando sobrevenga la prueba. Tampoco debemos rebelarnos ni soltarnos de la mano de Cristo, sino que debemos humillar el alma delante de Dios. Para el que desea ver las cosas a la luz de lo que lo complace, los caminos del Señor son oscuros. Para nuestra naturaleza humana la senda divina resulta sombría y triste. Pero los caminos de Dios son caminos de misericordia, y su fin es la salvación. Elías No Sabia Lo Que Hacía Cuando Pidió Morir En El Desierto. El Señor Misericordiosamente No Hizo Caso A Su Pedido. Aún había delante de Elías una gran obra por hacer; y cuando hubiera realizado la tarea, no habría de perecer desanimado y solo en el desierto. No estaba reservado para él descender al polvo de la tierra, sino ascender a la gloria, acompañado por un cortejo de carrozas celestiales que marchaban hacia el trono en los cielos... "Bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga... Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan" (Job 5:17,18)... Jesús viene con su ministerio de sanidad para atender a todo aquel que está abatido. La vida de aflicción, de dolor y de sufrimiento puede ser iluminada por la preciosa manifestación de su presencia. Signs of the Times, 5 de febrero de 1902. RJ341/EGW/MHP 342

12. SER SEMEJANTE A JESÚS EN SU ABNEGACIÓN Y ENTREGA (EGW) AUDIO. El Ministro Debe Ser Un Pastor. A Nuestro Redentor Se Lo Llama El Príncipe De Los Pastores. El apóstol escribe: “Y el Dios de paz, que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del testamento eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos…”. Hebreos 13:20,21. No importa cuán humildes o cuán elevados podamos estar, si estamos en la sombra de la adversidad o en el brillo de la prosperidad, somos sus ovejas, ovejas de su prado, y estamos bajo el cuidado del Príncipe de los pastores. Pero el gran Pastor tiene sus subpastores, a quienes ha comisionado para que cuiden de sus ovejas y corderos. El gran Pastor nunca pierde ninguna que está a su cuidado, nunca es indiferente ni siquiera con la más débil de su rebaño. La hermosa parábola que presentó Cristo de la oveja perdida, del pastor que dejó las noventa y nueve y fue en busca de la que se había perdido, ilustra el cuidado y la solicitud del gran Pastor. No miró descuidadamente el rebaño que estaba seguro en el redil y dijo: “Tengo noventa y nueve, y me sería una molestia demasiado grande ir en busca de la extraviada; que regrese, y yo le abriré la puerta del redil y la dejaré entrar; pero no puedo ir a buscarla”. No, tan pronto como se extravía la oveja, el rostro del pastor se llena de pesar y ansiedad. Cuenta y vuelve a contar el rebaño, y no dormita cuando descubre que ha perdido una oveja; cuanto más oscura y tempestuosa es la noche, y más peligroso y desagradable el camino; cuanto más larga y tediosa la búsqueda, no se cansa, no vacila, hasta que encuentra a la oveja perdida. Pero cuando la encuentra, ¿Actúa Con Indiferencia? ¿La llama y le ordena que lo siga? ¿La amenaza y la golpea, o la arrea delante de él narrando la amargura, frustración y ansiedad que tuvo a causa de la oveja? No; pone sobre su hombro a la oveja cansada, exhausta y extraviada, y con alegre gratitud de que su búsqueda no fue en vano, la lleva de vuelta al redil. Su gratitud encuentra expresión en cantos melodiosos de regocijo, y los coros celestiales responden a la nota de gozo del pastor. Cuando se encuentra lo que se había perdido, el cielo y la tierra se unen en alborozo y agradecimiento... Dice Jesús: “Yo soy el buen Pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen”. Juan 10:14. Así como un pastor terrenal conoce sus ovejas, así el gran Pastor conoce su rebaño esparcido por todo el mundo. The Review and Herald, 23 de agosto de 1892. [343]