Y dijo Jehová a
Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas
las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo
que no dejará ir al pueblo.
Entonces Jehová
dijo a Moisés: El corazón de Faraón está endurecido, y no quiere dejar ir al
pueblo. Éxodo 4:21; 7:14
En la parábola de Cristo del
sembrador y la semilla no había diferencia entre la semilla esparcida en una
clase de tierra y en las otras, ni tampoco en la forma como fue sembrada. Todo
dependía de la recepción dada a la semilla por cada tipo de tierra. De la misma
manera, el endurecimiento del corazón de Faraón en ninguna manera fue un acto
de Dios, sino más bien una elección deliberada de parte del rey (ver PP 272).
MEDIANTE REPETIDAS amonestaciones
y despliegue del poder divino, Dios envió luz que tenía el
propósito de señalarle a Faraón los errores de su conducta, para suavizar y
subyugar su corazón e inducirlo a cooperar con la voluntad divina (DTG 289).
PERO CADA MANIFESTACIÓN sucesiva del poder divino lo
dejó más determinado a hacer su propia voluntad. Al rehusar ser corregido,
despreció y rechazó la luz hasta que quedó insensible a ella, y la luz
finalmente le fue retirada. Fue pues su propia resistencia a la luz lo que
endureció su corazón. Aun los paganos reconocieron que fueron Faraón y los
mismos egipcios quienes endurecieron su corazón, y no Dios (1 Sam. 6:6).
Los comentadores han diferido mucho en su
comprensión del endurecimiento del corazón de Faraón, aquí atribuido a Dios, Hay
en conjunto diez declaraciones tales, En ocho de ellas (Exo. 4:21;
9:12;10:20; 27; 11:10; 14:4, 8, 17) se usa la palabra jazaq, que significa que
Dios haría "firme" el corazón de Faraón de modo que no se conmoviera
y cambiaran sus sentimientos hacia Israel.
En el pasaje del cap. 7:3 se usa
otra palabra hebrea, qasháh, que implica que el Señor haría "duro" o
"insensible" el corazón de Faraón. En el pasaje del cap. 10:1 se usa
una tercera palabra, kabed, la cual significa que Dios había hecho
"pesado" el corazón de Faraón, o insensible a la influencia divina,
Que las diferentes palabras se usan más o menos indistintamente resulta
evidente por el estudio del contexto.
Hay también diez
declaraciones que indican que Faraón endureció su propio corazón. En cuatro de ellas (caps. 7:13, 22; 8:19; 9:35) se
usa la palabra jazaq, "hacer firme", en cinco (caps. 7:14;
8:15, 32; 9:7, 34) la palabra kabed, "hacer pesado", y en una (cap.
13:15) la palabra qasháh, "hacer duro".
El endurecimiento
del corazón de Faraón fue evidente, en primer lugar, porque no prestó atención
a la demanda del Señor de que dejara ir a Israel.
Su negativa no sólo se expresó
durante las plagas que pudieron imitar los magos de Egipto, sino también
durante aquéllas que los magos mismos reconocieron que eran "dedo de
Dios" (cap. 8:19).
Continuó también después de que cayeron
sobre los egipcios y no sobre el pueblo de Israel, la cuarta y la quinta
plagas, un hecho del que fue informado el rey (9:7).
EL ENDURECIMIENTO
DE SU CORAZÓN se demostró aún más claramente cuando quebrantó su promesa de
dejar salir a Israel bajo la condición de que Moisés y Aarón eliminarían la
plaga, y cuando se vio forzado a confesar que había pecado (cap. 9:27). De
modo que cuando se le dijo a Moisés, antes de llegar a Egipto, que el Señor
endurecería el corazón de Faraón (cap. 4:21), Dios se refirió a la continua
negativa del rey de obedecerle y dejar salir a los israelitas.
Dios no se complace con el
sufrimiento y muerte de los impíos, sino que desea que todos se arrepientan y
se salven (Eze. 33:11; 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9) y hace que su sol brille sobre
los malos y los buenos (Mat. 5:45).
PERO, ASÍ COMO EL
SOL afecta los diversos materiales de una manera diferente, de acuerdo con la
naturaleza de ellos (derrite la cera y endurece la arcilla, por ejemplo), así
también la influencia del Espíritu de Dios sobre los corazones de los hombres
produce diferentes efectos de acuerdo con las condiciones del corazón.
El pecador arrepentido permite
que el Espíritu de Dios lo conduzca a la conversión y a la salvación, pero el
impenitente endurece más y más su corazón. La mismísima manifestación de la
misericordia de Dios, en el caso de uno, conduce a la salvación y la vida, y en
el caso del otro, al juicio y a la muerte; a cada uno de acuerdo con su propia
elección. (1CBA) MHP