“Así salvó Jehová aquel día a Israel de mano de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo.”. Éxodo 14:30,31.
El pueblo temió a Jehová. Al guiar a Israel a través del mar, Dios tenía el propósito de fomentar en el corazón del pueblo reverencia y fe hacia él. Pero la fe en el Señor estaba inseparablemente relacionada con fe en Moisés como su representante, y por esta razón había sido efectuado el milagro mediante Moisés. Siendo todavía niños en la fe, los israelitas necesitaban de milagros y manifestaciones divinas. Creyeron por lo que habían visto. Pero nuestro Señor pronunció una bendición sobre "los que no vieron, y creyeron" (Juan 20:29).
UNA FE que continúa apoyándose en lo que ve, está lejos de ser perfecta. Así sucedió con Israel. Si no supiéramos nada de la historia posterior de Israel, llegaríamos a la conclusión de que, de allí en adelante, debió haber continuado su viaje con regocijo, confiando en Dios de todo corazón y sin demostrar nunca más desconfianza, no importando cuán grande fuera la crisis.
PERO POR EL CONTRARIO lo encontramos continuamente descontento con Dios y con Moisés, murmurando contra ellos y despreciando su consejo. Al par que contemplamos con asombro la perfidia de los israelitas, no debiéramos apresurarnos a condenar su pesadez de corazón. ES EVIDENTE que de ninguna manera somos superiores a ellos si confiamos en Dios sólo hasta donde nuestra vista natural puede percibir su voluntad y sus caminos. (1CBA).
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