Sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón. Mateo 6:20,21.
Muchos
padres y muchas madres son pobres en medio de la abundancia.
Reducen, en cierto grado, sus propias comodidades
personales y con frecuencia se privan de aquellas cosas que son necesarias para el goce de la vida y la salud, mientras tienen abundantes recursos a su disposición.
Por decirlo así, se sienten como impedidos de usar sus recursos para su propia comodidad o para propósitos de caridad. Tienen una meta ante ellos, la cual es ahorrar recursos para dejárselos a sus hijos.
Esta idea es
tan prominente, está tan entretejida en todas sus acciones, que sus hijos
aprenden a mirar hacia el futuro, al momento cuando
esa propiedad sea suya. Dependen de ella, y
esta perspectiva tiene una influencia importante pero no favorable
sobre sus caracteres.
Algunos llegan a ser derrochadores, otros
llegan a ser egoístas y ambiciosos, y aún otros se vuelven indolentes y atolondrados.
Muchos no cultivan hábitos de economía; no
buscan llegar a tener confianza en sí
mismos. Viven sin propósito y apenas tienen estabilidad
de carácter.
Las
impresiones recibidas en la niñez y juventud se introducen poco a poco en la textura del carácter,
y llegan a ser el principio de acción en
la vida adulta...
Con la luz de la Palabra de Dios, tan simple y clara con referencia al dinero
prestado
a los mayordomos, y
con las advertencias
y los reproches que Dios ha dado a través de los Testimonios en relación con la
disposición de los recursos; si, con toda esta luz ante ellos, los hijos directa o indirectamente influyen en sus padres para dividir su propiedad mientras viven, o
si los padres la
dejan mayormente como herencia a los hijos para que pase a sus manos después de su fallecimiento, toman sobre sí
responsabilidades tremendas.
Los hijos de padres ancianos que profesan creer la verdad deberían, en el temor de Dios, recomendar y suplicar a sus padres que sean fieles a su profesión de fe, y sigan un proceder con respecto a sus recursos que Dios pueda aprobar. Los padres deberían acumular para sí mismos tesoros en el cielo, disponiendo ellos mismos de sus medios para el avance de la causa de Dios.
No deberían despojarse a sí mismos del tesoro celestial, dejando un excedente de recursos a los que ya tienen suficiente; porque al hacerlo así no sólo se privan del precioso privilegio de hacerse un tesoro inagotable en los cielos, sino que roban a la tesorería de Dios.
Testimonies
for the Church 3:119,120. [176]
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