sábado, 19 de octubre de 2019

05. EL REINO DE DIOS EN EL CORAZÓN.


LA MEJOR DE TODA LAS CIENCIAS 
"EL REINO DE DIOS EN EL CORAZÓN".
He aquí el reino de Dios está entre vosotros. 
(Luc. 17: 21).
El gobierno bajo el cual Jesús vivía era corrupto y opresivo; por todos lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la administración de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo se mantuvo alejado de los gobiernos terrenales. No porque fuese indiferente a los males de los hombres, sino porque el remedio no consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y debía regenerar el corazón. –DTG 470.  

Algunos de los fariseos habían venido a Jesús y le habían preguntado "cuándo había de venir el reino de Dios". Habían pasado más de tres años desde que Juan el Bautista diera el mensaje que a manera de toque de trompeta había repercutido por el país: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 3:2). Y sin embargo los fariseos no veían señal alguna del establecimiento del reino. . .

Jesús contestó: "El reino de Dios no vendrá con advertencia [manifestación exterior, VM] ni dirán: Helo aquí, o helo allí porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está. No busquéis aquí o allí manifestaciones de poder terrenal que señalen su comienzo. -Id. 467. Las obras de Cristo no sólo declaraban que era el Mesías, sino que manifestaban cómo iba a establecerse su reino. . . 

El reino de Dios no viene con manifestaciones externas. Viene mediante la dulzura de la inspiración de su Palabra, la obra interior de su Espíritu, y la comunión del alma con Aquel que es su vida. La mayor demostración de su poder se advierte en la naturaleza humana llevada a la perfección del carácter de Cristo. . .

Cristo vino a la tierra, y se presentó ante los hijos de los hombres con el atesorado amor de la eternidad, y tal es el caudal que, por medio de nuestra unión con él, hemos de recibir para manifestarlo y distribuirlo.-MC 23, 24. 17

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